Por: Ana Mora
Viernes en la noche y la Ciudad de México se transforma. El tiempo no se detiene, el bullicio constante pero diferente. Camino sobre la calle Bajío, buscando el no.62 mi lugar de destino, La Maquiladora Studio. Todo estaba listo, los sets, las luces y es entonces cuando entra Naerlot, quien será la primera de las tres en compartir su música. Comienza, el sonido de su voz, que poco a poco con ciertos patrones rítmicos nos va guiando hacia un estado de introspección, enigmático. De repente, esto empieza a cambiar; su voz se apaga por un momento, hay cierta incertidumbre, las percusiones aleatorias, resuenan en el pecho. La voz se une a este momento creando melodías improvisadas, una cacofónia muy intensa que se va disolviendo hasta crear silencio.
Nnux siguió con una propuesta diferente, si bien hizo uso de su voz a veces en español y otras veces en inglés, junto los beats, drones y la calidez de los metales inundaba la sala. Su habilidad en el sintetizador hace evidente su formación como pianista.
Precedido por el glitter musical de Sunrise de Simple Red, Corazón de Robota se pone en cuclillas frente a su set que ya persé es una obra de arte rodeada de sus instrumentos en forma de corazón, su sello personal, las luces que te atrapan, viejos radios, secuenciadores, todo hecho por ella incluso los cables. Las antenas se elevan para hacer viajar esas ondas electromagnéticas en el espacio transformándolas en una masa de ruido que llega a todas las partes de tu ser. Todo un ritual sonoro lleno de energía el que estas artistas producen en su audiencia. Sin duda una experiencia inigualable en vivo y que aún resuena en mí. Habrá que seguir a estas mujeres en la experimentación que ya están haciendo mucho ruido donde quiera que van.