En la hora de las brujas: el último concierto de Varsovia

Texto y fotos de Rafael Flores Figueroa

El temible inquisidor Tomás de Torquemada hubiera disfrutado bailar al compás de un beat y el grito de “vigilar y castigar” y “diseñar y destruir”, pero su cadáver descansa bajo tierra hace quinientos años. En cambio, el grupo peruano de synthpunk Varsovia vive y se hace escuchar y, aunque haya celebrado su último concierto el pasado sábado 16 de noviembre, su espíritu y su música persisten como espectro endemoniado.

La cita para su encuentro final se llevó a cabo en El Paradero, espacio cultural consagrado a la promoción de experimentos sonoros diversos. En esa sintonía, además del acto estelar, dicho evento incluyó la presentación de Bang Bang Band Girl (proyecto solista de Sheri Corleone, vocalista de Varsovia) y varios DJ sets de los integrantes de la banda.

Esa noche, la calle Leon Velarde de Lince se vistió de rojo y neón. El primer acto estuvo reservado al proyecto one-girl band de Sheri Corleone, Bang Bang Band Girl, un auténtico destilado de rockabilly, garage rock y noise, reducido, literalmente, a lo esencial: la vocalista-guitarrista-baterista. En la voz de Sheri, a veces susurro, a veces grito pelado, el rock se convierte en vehículo fantasmagórico. Imagínense a Gene Vincent trasustanciado en mujer, presto a ceñirse en latex negro para invocar hechizos en forma de canción. Algo así como The Cramps, pero con menos delineador y en el tercer mundo.

Al concluir Bang Bang Band Girl, un DJ set sirvió de entremés para calentar la pista de baile adyacente al escenario princial. Fernando Pinzás (uno de los sintes en Varsovia) alternó ítalo disco y post punk con maña y afán lúdico, como aludiendo al vértigo próximo del número central. Antes de Cabaret Voltaire, un poco de Giorgio Moroder para templar la atmósfera.

Y cuando el reloj se posó en la hora de las brujas, Varsovia irrumpió colmando el recinto con apetitosas cacofonías sintéticas. Dante Gonzáles y Fernando Pinzás, ambos armados con sendos sintetizadores, abrieron la madrugada del domingo con arpegios y frases para una danza electrónica, opaca y mutante. Poco después, Sheri Corleone se unió, guitarra y voz prestas para asediar a los asistentes con versos que remiten a la Lima más fúnebre: la de los ochenta, la de los noventa, la de los autócratas, la de los verdugos, la de los esperpentos, la horrible; es decir, la Lima de siempre.

Canciones del primer disco (Recursos Inhumanos, 2014) se alternaron con las del segundo (Diseñar y Destruir, 2022). Por supuesto, los momentos de euforia estuvieron reservados para los temas más cimbreantes, móviles y bailables, plenos en bucles ululantes y distorsión. “Ellos quieren sangre”, “Cardenal en el infierno”, “Diseñar y destruir”, “Entre velas encendidas” hablan de caos, degradación, oscurantismo y muerte. La voz de Sheri Corleone nos ubicó en medio de la anarquía, pero lo hizo con arrebato, como invitándonos a una travesura mortífera. Su guitarra se retorcía mientras las imágenes de Rocío Rojas nos envolvieron en un huracán de glitches y cuerpos desarticulados. Con Varsovia, la pesadilla se convierte en fiesta estroboscópica.

La madrugada alcanzó la cresta de la juerga gracias a “El escuadrón de la muerte”. Fueron tres minutos de tecno dance industrial que remitió al mismo tiempo a Nitzer Ebb, Front 242, e incluso a la genial electro-estupidez de Pestaña (aquella genial rara avis alucinada por Leo Bacteria). La letra rezaba los versos “caminamos entre ustedes/ pero no nos reconocen/ nunca verán nuestros rostros/ ni oirán nuestras voces/ somos el escuadrón/ el escuadrón de la muerte”, mientras Sheri marchaba hacia el vacío, megáfono en mano, acompañada de los ritmos y las tinieblas de Dante y Fernando. Nosotros, los espectadores, participamos del trance con ímpetu marcial. Al final, el escuadrón de la muerte (y del baile) fuimos todos.

Minutos después, Varsovia llegó a su fin. Todos se despidieron, y no prometieron volver, al menos por lo pronto. Pero soñar no cuesta nada. Igual, su música permanece, sombría y divertida, para todo el que esté dispuesto a buscarla. Si te gusta moverte en la sombra, Varsovia te espera.

Antes de abandonar el lugar, una reflexión me acorraló: ¿Y qué hubiera dicho Michel Foucault, el célebre filósofo francés, al escuchar a una mujer ataviada con altavoz, repitiendo a modo de mantra el título de su libro Vigilar y Castigar, mientras un conjunto de cabezas anónimas se menea al unísono, estremeciendo todo el esqueleto? Pues, creo que no hubiera dicho nada. En cambio, bailar, sí, de todas maneras, y con todas sus fuerzas.

“El escuadrón de la muerte”

A %d blogueros les gusta esto:
Musexplat

GRATIS
VER