Entrevista a Alma Laprida: un llamado a la intuición improvisadora

Alma Laprida es una artista sonora argentina que explora los territorios entre la composición, la improvisación, la performance y la instalación. Trabaja con la trompa marina, grabaciones de campo, sintetizadores, lira y otros instrumentos y objetos no convencionales. Se ha presentado y ha realizado instalaciones en Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Italia, México y Estados Unidos. Ha lanzado tres álbumes en solitario, dos álbumes de colaboración y varias piezas en compilaciones. En Buenos Aires creó el ciclo de conciertos Ciclo Hertz y un proyecto de colaboración entre artistas visuales y sonoros llamado Estrépito y contemplación. Fue Curadora en Jefe del Centro de Arte Sonoro, dependiente del Ministerio de Cultura (Argentina), y Profesora Asistente de la Licenciatura en Artes Electrónicas de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Luego de vivir y trabajar en Buenos Aires durante diez años, está radicada en Maryland, Estados Unidos, desde 2021.

¿Cuáles fueron tus inicios en la música? 

Nací en San Miguel, una ciudad de la zona noroeste del Gran Buenos Aires. Desde pequeña, me interesé por el sonido y la música. Comencé a estudiar cuando tenía tres años, pero tuve una pausa debido a la crisis económica de fin de siglo. Retomé mis estudios en la adolescencia, primero estudié guitarra con un profesor particular y después entré al conservatorio, donde estudié piano, a pesar de no tenerlo. El repertorio clásico de guitarra del conservatorio no me gustaba para nada y sigue sin interesarme particularmente, mientras que el de piano era más variado y me gustaban algunos de los autores. Este conservatorio era muy chiquito, a mí me hubiera gustado estudiar canto lírico, pero no había, y también me interesaba composición, que tampoco era una opción. Entonces, estudié piano porque me parece que para alguien que quiere aprender composición, le puede ser útil. No me conecté tanto con el piano, pero porque no conecté mucho con la manera de aprender en el Conservatorio, donde tienes que estar pensando donde tienes que poner cada dedo.  

En simultáneo, me estaba metiendo en mis primeras bandas de rock por fuera. No puedo decir que eran mis bandas, eran bandas de otros en donde yo tocaba los instrumentos que nadie quería tocar y cantaba porque nadie quería cantar también. Así que fui pasando por algunas bandas escolares de rock y también estaba cantando jazz con un ensamble que sí era de músicos profesionales, que vivían de dar clases, de tocar en conciertos. Si bien nunca he vivido de tocar conciertos, también era un puchito de plata y la primera vez que gané plata por algo fue cantando. La verdad es que las dos situaciones, tanto las bandas escolares en donde yo era la única chica, como la banda de jazz, no fueron no fueron ámbitos hospitalarios conmigo.  

Seguí mi búsqueda, a los 19 años entré a tocar en un ensamble de música medieval que conocí a partir de un compañero del conservatorio. Ahí toqué seis años y ahí fue cuando conocí el instrumento medieval trompa marina, que es uno de los instrumentos que tocó hoy. Tuve que aprender sola a tocar el instrumento, si bien uno de mis compañeros me enseñó algunas cosas, como agarrar el arco, la verdad es que es un instrumento que se usaba de una manera muy sencilla. De todas maneras, tuve que ir aprendiendo, probando, ya que no hay profesores de trompa marina en Argentina.  

Al mismo tiempo, empezaba a conocer todo lo que era el Avantgarde. Llegaron a mis manos libros sobre John Cage, arte sonoro, empecé a mirar esas cosas y me interesaron un montón. Empecé a tocar en performances de arte y empecé a improvisar con personas. Toqué en bandas de rock, pero con la trompa marina y canté en obras de compositores que hacían experimentaban en sus composiciones y me metí de a poquito en lenguajes más experimentales. Mi vía de entrada más fuerte a la música experimental fue a través de la improvisación libre. Así me presenté por primera vez como Alma Laprida, artista sonora. Mientras tanto estudié artes electrónicas, aprendí a usar consolas, sintetizadores, multipistas, entre otras cosas, y entonces empecé a componer con eso, a hacer grabaciones de campo, instalaciones sonoras, performances sonoras. 

Estoy trabajando en componer de nuevo, llevo un tiempo sin componer tanto para sintetizadores como para trompa marina con la que volví después de algunos años de haber estado embobada con los sintetizadores. Actualmente, resido en Estados Unidos desde finales de 2020, un poco empujada por la pandemia, y porque a mi marido le salió una oferta de trabajo acá. 

¿Cómo surgió “ensayos baschet”? 

Es un disco re simple para mí, que no llevo tanta producción, pero lo quiero mucho. Son grabaciones en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, durante la muestra “Contacto” de Andrés Aizicovich en 2019, que tenía dos cristales Bachet y otros objetos más. Aizicovich armó una muestra en torno a la comunicación, el contacto táctil y nos pidió a varios músicos que hagamos intervenciones tocando los instrumentos de su muestra y yo fui una de ellos. Antes de esto, no tenía ni idea de lo que era un cristal Bachet. Tuve dos ensayos de una hora o una hora y media, a lo sumo, los días en los que el Museo estaba cerrado. En esas dos horas que tuve con los instrumentos aprendí a usarlos, no había nadie que me enseñara a tocarlos, tuve que darme cuenta de cómo tocarlos y armar una performance. Así que hubo mucho juego, fue un llamando a mi intuición improvisadora.  

Estas piezas que quedaron grabadas son parte de esas pruebas que hice antes del concierto. El concierto no quedó grabado, lo cual me dio mucha pena, pero también pasa que cuando vos estás tocando, no estás pensando en la grabación. Estas grabaciones que quedaron, las hice para mí y para tener una referencia de la improvisación. Cuando uno improvisa piensa, uy, está buenísimo lo que estoy haciendo después escuchas la grabación y es una porquería. Entonces me llevé un grabadorcito, lo puse en una sillita para grabar y después lo escuché en mi casa para ver si lo que había estado tocando estaba bueno, si era muy corto, si era muy largo, para ir ajustando esas cuestiones. Hay unos ruidos que se escuchan en el cassette que tienen que ver con que el Museo estaba cerrado, pero había un montón de visitas guiadas, de niños, de escuelas, de jardines de infantes y demás, pero que pasan lejos y se escucha toda la reverb del museo, ya que los chicos estaban en el piso de abajo. No pensaba usar las grabaciones, pero cuando las escuché, junto con las voces, me pareció que el material estaba buenísimo, así que después hice una selección de algunas de las pequeñas piezas que fue improvisando y entonces de ahí salió este cassette.  

¿Qué sentiste en tu primer acercamiento a un instrumento Baschet?  

Para la interpretación de este tipo de cristales tenés que ir frotando con tus dedos unos tubos de cristal, para que suenen, para que vibren, debes mojarte los dedos. Justo abajo de toda la hilera de tubitos de cristal que tienen distintos largos, hay un tachito con agua. Mientras tocas, te tenés que ir también mojando los dedos permanentemente. Además, sentí estrés por la urgencia de resolver todo y armar un concierto en dos horas, tratando de que fluya algo. Si uno tiene tiempo para estudiar el instrumento de una manera más cabal, te vas a poner a estudiar dónde están todas las notas, cuáles son las escalas. Te vas a ir por el lado del análisis, ensayando técnicas y acá no tuve tanto tiempo para hacer eso. Creo que si me ponía a tratar de ver qué palito era que nota se me iba a ir un montón de tiempo, así que simplemente empecé a tocar y a tratar de encontrar cosas que me parecía que iban bien, notas que resonaban más que otras. En un momento me di cuenta de que, no todas las notas sonaban al mismo volumen. Después, para la performance final afinaron al instrumento, pero no sé cómo lo hicieron, yo no estaba en ese momento. Pero en las grabaciones algunas notas suenan re fuerte y otras zonas muy suavecito, algo que tenía que ver con el propio instrumento, yo iba construyendo algo a partir de lo que el instrumento me permitía. 

“ensayos baschet” es un cassette lanzado bajo el sello canadiende Presses Précaires. Alma Laprida estuvo a cargo de la interpretación, la grabación y la mezcla. Mientras que la masterización corrió por parte de la artista canadiense Anne-F Jacques, quien además es la cabecera del sello. Sus siete temas construyen imágenes sonoras fluviales, semejantes al canto delicado de criaturas marinas fantásticas. En medio de la niebla misteriosa o cerca de un lago de cristal, nos dejamos confundir por las presencias reverberadas de unas voces lejanas. En este viaje aural introspectivo, existen momentos estremecedores, de la mano de frecuencias graves disonantes, así como sutiles resonancias agudas, llenas de dulzura y melancolía. “ensayos baschet” es la banda sonora necesaria para el fin de año, el acompañamiento de un thriller psicológico, una película que todavía no ha sido escrita y que narra la vida cerca del agua a través del sonido. 

Para la portada, la artista argentina se inspiró en la imagen mental de las ondas sonoras y el agua y, a partir de un boceto creado por ella, Anne-F Jacques se encargó de fabricar unos sellos artesanales que permitiesen la impresión orgánica del arte del disco en cada una de las copias de los cassettes. Este álbum está disponible para su compra y reproducción a través de Bandcamp. 

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