
Música inmobiliaria es el nombre del proyecto que adelanta José Gallardo, músico, colaborador paisa de la casa e investigador del sonido y sus estéticas que, desde el Valle de Aburrá, daba cierre al año que nos dejó con “El día que Hulk lloró”, un álbum ambiental, rebosante de loops y festividad electrónica que apuesta por una propuesta amable y acogedora en términos sonoros.

El disco, segundo como solista en la carrera de José, nos llega de la mano del netlabel chileno Pueblo Nuevo y consigue reflejar en su producto final una aproximación muy original y personal hacia las posibilidades e implicaciones de la producción en música electrónica dentro del ámbito colombiano. El álbum se siente fresco e interesante, muy dueño de su dialecto y en una gran medida refleja la percepción propia de su lugar de enunciación. Es decir, Medellín, la sensación de estar en Medellín y habitar el valle parece colarse en las sonoridades propuestas por Gallardo en temas como “Y si el baile continúa”, “Rage” o “Alegría”. Y eso es algo que se agradece, pues, en cierta medida, una de las problemáticas más evidentes a la hora de aproximarse a la producción de música de corte experimental es la descontextualización de lo sonoro. Sonar tan universal que se pierda la localización de quien produce puede llegar a ser, para muchos, una apuesta o un lugar hacia el cual apuntar. Sin embargo, dicha universalización del sonido resulta problemática, puesto que anula y encubre, no solo los matices y carácteres propios de los procesos de cada sujeto, sino, también, las inquietudes y problemas que derivan de nosotros, inherentemente, por los lugares a los que nos debemos. El tema está en abrirse al mundo reconociendo el punto de partida y eso es algo que Gallardo consigue en este nuevo trabajo. Si bien en varios casos podría traer reminiscencias de artistas como los Boards of Canada o, incluso, Los Árboles, hay una voz original que se propone ante el mundo y de la que, sin duda, quisiéramos escuchar más de cara al futuro apareciendo en el panorama nacional.

El espectro en el que se mueven las tonalidades de este álbum es amplio y en la heterogeneidad del sonido radica su virtud. Piezas como “Una aguamala paso por aquí” llenas de una progresión amistosa y una secuencialidad amable contrastan, de golpe, con canciones de bajos briosos que irrumpen en el álbum con una fuerza tremenda. Esto sucede, por ejemplo, en “Ciclos” o “Bilis”, temas que, viniendo del palo del hip-hop como es mi caso, resultan tremendamente atractivos y potentes por la forma en como consiguen construir texturas bien definidas que golpean con contundencia.
“Y ahora, debemos seguir”, tal como reza el cierre de este álbum. Nos resta estar atentos a la escucha del porvenir que prepara Música Inmobiliaria y disfrutar, en lo sucesivo, de “El día que Hulk lloró”, disponible para descarga a través de la página de Pueblo Nuevo en tres diferentes formatos MP3, WAV y FLAC.
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