Reflexión: Lo que olvidamos

Foto por: Eduardo Arias (2008) – Nelson Mandela sector Los Olivos
Por: Marcela Gómez

La vida nos pone retos, casi siempre unos más difíciles que otros; sin embargo, siempre hay un tiempo en el que puedes enfrentarlos.

Cartagena, Colombia 2001, barrio Nelson Mandela.

Nelson Mandela es uno de los barrios de la zona periférica de la ciudad de Cartagena de Indias, un barrio maravilloso con gente humilde con ganas de “salir adelante”, con mucho talento cultural, social y comunitario, con personas importantes que hoy en día son ejemplo de nuestra tenacidad y de nuestra perseverancia.

Sin embargo, Nelson Mandela también era(es) desplazamiento forzado, violencia, pandillas, drogas. Profundas dimensiones devastadoras de una comunidad. Ojo, lo que quiero es que entiendas el contexto y las diferentes situaciones que se vivían.

La luz vuelve a aparecer en este barrio, en el 2001 con la llegada del Colegio Jesús Maestro y la Fundación Música por Colombia (fueron muchas, pero estas son las que nos interesan hoy).

El Colegio Jesús Maestro fue y será siempre nuestra casa, nuestro refugio y el lugar en donde encontramos paz, donde encontramos la música.

150 niños de la comunidad de Nelson Mandela iniciaron en el proceso musical liderado por la Fundación Música por Colombia. Dentro del colegio, ni siquiera sabíamos el himno completo del colegio, pero sí sabíamos qué eran las notas musicales, cómo se podía cantar, quién afinaba y quién no (porque de hecho al inicio fui muy mala, ni lograba afinar y ajá… Otra historia que contar) y qué querías hacer en tu “tiempo libre”.

Éramos tan niños, pero algunos cargaban grandes tragedias, las cuales costaban imaginar; unos habían visto el asesinato de uno de sus padres o de sus hermanos, otros los asesinatos de sus amigos y algunos habíamos visto el asesinato de alguien, disparos, violaciones, muertes, amenazas… Sin embargo, era de nuestro conocimiento que éramos personas buenas, trabajadoras incansables, con ejemplos de nuestros padres, quizás algunos sin conocimientos “epistemológicos”, pero sí conocedores de la vida, de “la lucha”, de superación, de supervivencia y ganas de “salir adelante”.

Estábamos claros en eso, más que en Matemática (hablo a término personal), aunque debías exigirte para continuar en el proceso musical, no perder exámenes, no portarte mal, no perder materias y prestar atención en clase para que no te sacaran, tanto del colegio como de música.

Recuerdo que nuestro profesor de coro Elieth Galarcio Prada y nuestra Maestro Edgar Vargas Abril (Hola, espero lean esto), nos regañaban si les llegaban quejas de nosotros por algo que habíamos hecho dentro de alguna clase o fuera de las clases de música, siempre nos decían: “no sean del común, sean únicos”. En ese entonces no entendía que era ser del común, pero esas palabras se quedaron marcadas en mi memoria de por vida y en la vida de cada uno de los 150 chicos que conformábamos el coro y la pre-orquesta.

Recordando uno de los eventos de muchos dentro de nuestra comunidad, fue la visita de la Orquesta I Musici de Montreal (2008) quien fue invitada por el Festival de Internacional de Música y que logró llegar al barrio a hacer una visita informal. El pequeño evento se convirtió en grande para gente de afuera, éste se realizó en mi calle que daba a la nueva sede musical que teníamos (otra historia más que contar). Nuestros padres crearon una olla comunal para realizar “un sancocho” y todos niños, jóvenes, adultos, extranjeros y todos humanos comimos en medio de un parque en pleno sol y con el calor más grande de tu vida, un plato de sopa caliente.

Hoy creería que nuestros maestros intentaban guiarnos, intentaban enseñarnos, aconsejarnos y que intentaban convencernos de que lo que vivíamos (o vivimos) no era “normal”, de que las cosas malas de nuestro barrio no nos definen como persona, y que las cosas sencillas, como realizar una “olla de sancocho comunal”, son las que nos hacen únicos, son las que no nos hace del común. Ellos sabían que nuestra comunidad estaba inmersa en la violencia y que no por vivir en ella, tú debes ser igual de violento. Sabían que este tipo de interacciones nos harían repensar las cosas, nos harían reflexionar sobre cómo queremos que nuestra propia comunidad nos mire, “común vs único” algunos acatamos sus palabras y las convertimos en nuestro “mantra”, otros simplemente las olvidaron.

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